A quienes nacieron en los convulsos años 30,
gracias por creer y por resistir.
La década de 1930, tan sugestiva en muchos campos de la vida española y granadina, fue muy limitada en expresiones de religiosidad popular. Malos tiempos. Los sufrieron las tradiciones granadinas, de una manera especial la flamante Semana Santa y el arraigado fervor hacia su Patrona, la Virgen de las Angustias.
Se vivieron septiembres huérfanos de su presencia en las calles de Granada, lo que era ya una tradición desde cincuenta años atrás, es decir, desde que fue reconocida por el Papa como Patrona de Granada, aunque los granadinos ya la veneraban como tal desde el siglo XVII y durante siglos su presencia en las calles había sido en estación de penitencia en uno de los días grandes de la Semana Santa de nuestra ciudad. Pero ya en 1938 el mes de septiembre era para Ella. Durante la República y la Guerra Civil sólo salió la Virgen, y con muchas precauciones, en 1934 y 1935.
Es cierto que el Domingo de Resurrección, 9 de abril, de 1939 presidió una solemne función en la Catedral, donde fue trasladada en medio de una euforia general, pero medio año antes fue protagonista de una iniciativa singular, de la que nos dejan constancia recortes de prensa de Ideal o de Patria, que me han hecho llegar en estos días Jesús Alcaide y David Rodríguez, a los que agradezco el detalle.
Fue el domingo 25 de septiembre d 1938. Sin duda, había ganas por parte de la Hermandad patronal de salir a la calle, pero aún no lo aconsejaban las circunstancias. Así que se hizo un esfuerzo de imaginación, como se lee en “Crónica de Granada”: “Constituyó un espectáculo indescriptible el besamanos a la Excelsa Imagen, novedad introducida este año para suplir en lo posible la falta de la procesión y dar cauce a los anhelos del pueblo afanoso por acercarse a la Patrona”. Ese era el destinatario y el protagonista de la iniciativa, como todo cuanto rodea a la Virgen de las Angustias: “el pueblo afanoso”, que tanto se refiere al que se afana como al que pasa por algo muy trabajoso, que aquellos momentos, como éstos, lo eran de forma inequívoca.
Por eso “Ideal” hablaba de una cita de “gran emoción” e incidía en la cercanía al pueblo creyente y sufriente que es propia en las imágenes de singular devoción: “para que el pueblo se aproxime a la Imagen en sugestivo gesto de amor filial”. Y el pueblo respondió. El día anterior se celebró misa en la basílica con ferviente predicación del ilustre virgitano D. Francisco González López, magistral de la Catedral de Granada.
Las instrucciones eran claras para el día 25: los fieles no podrían detenerse “más que el tiempo suficiente para besar la Imagen”, bajo la atenta supervisión de oficiales y horquilleros. Mucho antes de iniciarse el acto la cola llegaba hasta el Embovedado. Comenzó con el canto de la Salve en una basílica plagada de autoridades, los primeros junto a la Hermandad que procedieron a tan devoto ejercicio. Luego los fieles veneraron a su Patrona hasta la una y media de la madrugada.
Lo más sorprendente, tal y como recoge “Patria”, fue la forma besar a la Sagrada Imagen, que en absoluto fue en sus delicadas manos: “correctamente iban penetrando en el templo y besando el manto de la Patrona de Granada, registrándose escenas emocionantes que ponían de relieve el amor y fervor de los granadinos a su Virgen protectora”.
¡Ciertamente podemos imaginar las escenas de este singular “besamanos”!
Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz
Hermano Mayor