En la tarde de ayer miércoles día 1 de septiembre se presentó en la Basílica el cartel anunciador de la Ofrenda Floral y Solidaria a cargo de nuestra hermana María Dolores Martínez Baca, Vice-Secretaría del cuerpo de Hermanas Cofrades y camarera de la Santísima Virgen.
El cartel es la obra ganadora del XV concurso de pintura Hipólito Llanes bajo el título «Bajo tu manto de flores» cuyo autor es Jorge Marín Montoya.
A la finalización del acto, el afamado cantaor granadino Iván Centenillo acompañado a la guitarra de Pablo Jiménez, interpretaron varios cantes dedicados a la Santísima Virgen de las Angustias.
A continuación reproducimos el texto íntegro de la presentación.
Quisiera en primer lugar agradecer al Hermano Mayor y a la Junta de Gobierno su confianza en mí para presentar el cartel de la Ofrenda Floral y Solidaria del 15 de septiembre, ‘Bajo tu manto de flores’, obra del artista granadino Jorge Marín Montoya, ganador del concurso de pintura Hipólito Llanes en su decimoquinta edición; algo que me llena de ilusión y responsabilidad por lo que este día representa para Granada, para la Hermandad y para cada uno de nosotros.
Gracias, igualmente a nuestro consiliario y párroco de esta Basílica, Don Blas Gordo, a mi familia, amigos y a todos ustedes por su presencia en este acto.
Tengo que confesarles que esta noche es especialmente emotiva para mí porque son muchos los sentimientos y recuerdos que me asaltan en estos momentos.
Llevo con legítimo orgullo ser nieta del gran escultor y pintor Antonio Martínez Olalla y sobrina de Jesús Baca, otro artista y ser humano excepcional que, aunque no se dedicó profesionalmente a la pintura, hizo de ella una de las grandes pasiones de su vida y supo transmitirme siempre su amor por el arte.
Los dos se me fueron demasiado pronto y, en el caso de mi abuelo Antonio, la Virgen quiso llevárselo un 15 de septiembre, pero aunque hayan pasado ya muchos años desde su partida aquella niña a la que le gustaba agarrarse de su brazo, curiosear en su estudio y perderse en aquel universo fascinante de lienzos, bocetos, pinturas y libros aún siente la necesidad de buscar a su abuelo y en más de una ocasión me he sorprendido entrando en la Escuela de Artes y Oficios, de la que era director, o en las iglesias de San Francisco o Fray Leopoldo para recrearme en la contemplación de sus tallas de madera porque para mí no hay nada más hermoso que sentir a Dios o sentir cerca a mi abuelo a través de su maravillosa obra.
Entiendan mi felicidad cuando aquella niña es ahora mi sobrina Daniela y la veo manejar con precocidad sus lápices y pinceles a sus diez años o ganar varios premios de pintura. Me llena de ilusión, al igual que saber que nuestro querido, recordado e inigualable Hipólito Llanes podría tener ya a una pequeña heredera en su nieta María, a la que también le gusta muchísimo la pintura.
Dos ejemplos más de que la esencia de un artista permanece para siempre.
En el caso de nuestro protagonista de esta noche, Jorge Marín Montoya, está claro que nos encontramos ante un artista con una personalidad muy marcada y ante una obra totalmente rompedora. El arte sacro es su temática por excelencia, si bien lo folclórico y lo taurino ocupan también un lugar destacado en su trayectoria. No en vano, le gusta calificarse de artista antes que pintor y escultor, porque es un creador en continuo crecimiento y porque en su obra pictórica es donde se pone especialmente de manifiesto esa fusión entre lo clásico y lo moderno que lo hacen tan diferente, mientras que en la parte escultórica se declara más conservador.
Para este artista granadino, formado en la Facultad de Bellas Artes y en la Escuela de Artes y Oficios, ‘Bajo tu manto de flores’ se ha convertido por derecho propio en su obra más importante por el prestigio del premio, por su fe a la Virgen y por el honor que supone siempre pintar a la Patrona.
Cuando preparaba la presentación de este cartel y tuve la oportunidad de conversar con Jorge sobre su inspiración para este cuadro hubo una reflexión que me ayudó mucho a entender el significado de esta obra, cargada de simbología. “Quería transmitir con este cartel –me dijo- un mensaje de alegría por lo mucho que hemos pasado todos”.
Tras reconocer, él mismo, su valor y el de la propia Hermandad por apostar por este cuadro, que se sale de lo normal, Jorge me aseguró también que sintió miedo e incertidumbre ante su ejecución, consciente de la repercusión que podría tener, como así ha ocurrido. Porque todo artista que se precie no puede pasar desapercibido y, en su caso, decidió tirarse al rio o al ruedo –taurinamente hablando – porque ante todo hizo lo que sentía y disfrutó con su trabajo.
Para meternos en materia e ir desgranando poco a poco este cartel permítanme que haga alusión a unas palabras de nuestro querido Don Francisco, párroco emérito de esta Basílica, que nos pueden ayudar mucho a entender los contrastes de esta obra.
“En la vida uno se encuentra con Jesús de muchas formas. Unas veces te visita resucitado, todo va muy bien, todo es alegría, y otras veces te visita crucificado y abandonado, en una enfermedad.”
‘Bajo tu manto de flores’ recrea precisamente esa idea: el paso de la oscuridad a la luz, de la cruz a la resurrección, del luto al color, de la incertidumbre a la esperanza y de la tristeza a la alegría. Fin último de esta obra.
Hagamos memoria y recordemos ahora estas imágenes, que se quedarán marcadas por mucho tiempo en nosotros. La de la Virgen, a la que contemplábamos luminosa desde la calle, en una iglesia vacía, sin fieles y en penumbra, a través de la cancela cerrada de la Basílica, en plena desescalada y después de muchas semanas en las que tan necesitados estuvimos de su presencia y de su mirada; la obra ganadora del pasado año ‘Bajo tu amparo’ de Alejandro Pérez Cuadros, más sombría y representativa del luto y el sufrimiento por todos los fallecidos; la ausencia de los paneles de flores en la fachada, el día de la Ofrenda Solidaria del pasado año, por vez primera en su historia; y el emocionante desfile de fieles hacia la Basílica, el último domingo de septiembre, para ver a la Virgen luciendo en todo su esplendor, en la nave central, con su crespón negro en la media luna y adornada con exornos florales que tuvieron presentes también a todos los desaparecidos por la pandemia.
La propia exposición de acuarelas ‘Divinos protectores. Covid desde lo más sagrado’, realizadas por Jorge Marín Montoya durante el confinamiento y expuestas aquel septiembre en el salón San Juan Pablo II de esta Basílica, expresaban igualmente el enorme dolor de aquel momento.
Como pueden apreciar, todos son momentos de luces y sombras, en los que la luz más brillante, la que alumbra siempre nuestro camino, es la de nuestra Madre.
En esta obra todo parte también de unos claroscuros, de una foto en blanco y negro de 1946, adquirida en un rastro por Jorge, con una de las imágenes más icónicas de la Virgen, coloreada con esa técnica de principios del siglo XX denominada bromóleo.
En el deseo del artista de que el sufrimiento pase gradualmente a un segundo plano, la cruz y el sudario se funden con el fondo azul, una tonalidad que también se puede contemplar en la peana en la que se asienta la Virgen, con una decoración que simula la cerámica fajalauza, y también en la media luna desde la que parte el bastón de mando y se asienta el corazón convertido en una enorme granada, en alusión al amor de la Virgen por esta tierra, donde es Patrona y Señora.
A partir de ahí Jorge va cincelando poco a poco con acuarela, óleo, acrílico, collage y pedrería el paso a la resurrección, representada por dos mariposas sobre ese manto de flores, que simbolizan también los paneles de la Ofrenda y transforman en primavera el luto de la Virgen. Un estallido de color que, sin duda, marca un antes y un después en la representación de nuestra Madre y de su manto.
Echamos mucho de menos las flores el pasado año, convertidas en esas otras flores simbólicas de alimentos y donativos, a beneficio de nuestra Obra Social, que paliaron tantas necesidades.
Pero no olvidemos que a los pies de la Virgen colocamos aquel 15 de septiembre y lo volveremos a hacer en este las que han sido y serán las flores más valiosas de toda la historia de la Ofrenda. Flores imperecederas de muchos días y de muchos meses, con aroma a fe y mucho amor.
Las de nuestras oraciones por los miles de fallecidos, enfermos, familias y personal sanitario, que hemos ofrecido en cada una de las eucaristías, las del esfuerzo de don Blas, de esta Basílica y de nuestra Hermandad por remontar, reinventarse y adaptarse a las nuevas circunstancias, tras ver rotas todas sus agendas, la lucha de nuestros sacristanes para que no se vulneraran nunca las medidas sanitarias, la dedicación de la Pastoral de la Salud, Cáritas y nuestra Obra Social, al servicio siempre de los colectivos más vulnerables, el mérito de nuestras catequistas y de los miembros de la Pastoral de la Familia por recuperar para nuestros niños, adolescentes y adultos los sacramentos de la comunión, confirmación y matrimonio, el de nuestros sacerdotes más veteranos, en un ejemplo admirable de vocación, y el de todos nosotros porque nos hemos sabido caer y levantar infinidad de veces a lo largo de esta pandemia.
Centrémonos ahora en el rostro de la Virgen, donde inevitablemente se fijan siempre todas nuestras miradas. Recuerdo que hace unos meses, en un momento de rebeldía y de no entender muchas cosas, le dirigí a Don Enrique Martín Puerta, párroco del Buen Pastor, la siguiente pregunta. ¿Dónde está el poder de Dios en mi vida? “El poder de Dios –me contestó – no se manifiesta en los éxitos. El poder de Dios se manifiesta en el sufrimiento y en esa imagen, que tanto contemplas de la Virgen, con su Hijo muerto en su regazo.
Cualquiera de mis compañeros de Hermandad o aquellas personas que hayan pasado muchas horas junto a la Virgen entenderán muy bien lo que les voy a decir.
Desde la fe, nunca percibimos igual el rostro de nuestra Madre. ¿Alguien podría calcular, incluso, la edad que representa? Es todo un misterio….La podemos sentir especialmente triste, seria, relajada, dulce, luminosa, con una leve sonrisa e, incluso, con ese rubor que Jorge ha dibujado en su rostro porque la Virgen no sólo ha vivido la muerte de su Hijo sino que también ha sido la primera testigo de su Resurrección. Y sea cual sea su expresión, no hay para nosotros cara más preciosa que la de Ella.
Y la pregunta es, cuando nos ponemos a sus pies ¿Quién mira a quién? ¿Su rostro refleja lo que Ella siente por todos o somos nosotros los que dibujamos en su cara lo que llevamos por dentro cada vez que la vemos, como si de un lienzo se tratara?
No quiero pasar por alto tampoco ese gesto tan tierno y maternal de la Virgen -reflejado igualmente en esta obra- cubriendo con su manto y mantilla los pies de su Hijo, a la espera de su Resurrección, porque en él veo reflejado a unas mujeres muy especiales para mí; la representación más cercana de todas esas madres y abuelas que tanto han sufrido en esta pandemia y han demostrado aún más, si cabe, el amor más incondicional y generoso que existe, que es el de cualquier madre y, en especial el de María, la Madre por excelencia.
Gracias a mi madre, Nati, por tanto como aprendo de ti cada día, y gracias también a las que cariñosamente llamo mis madres adoptivas, amigas y compañeras de Junta: mi decana, Carmen Muñoz, Gracia, Isabel, Antoñita, Adela, Margarita y Mari Carmen porque, en unos casos, he sido testigo de vuestra soledad, de vuestros miedos, de vuestras lágrimas por no ver a vuestros hijos y nietos, en otros momentos de los riesgos que habéis asumido al exponeros por cuidar de lo que más queréis u optar por tirar para adelante, y también de la alegría del recuentro por tanto tiempo esperado. Esta presentación es para cada una de vosotras.
Mis últimas palabras, como no podía ser menos, están dirigidas a la Santísima Virgen, pero como donde está la Madre está el Hijo y donde está el Hijo está la Madre, también a mi otro titular y al otro gran amor de mi vida, Nuestro Padre Jesús del Gran Poder.
Hace ya algunos años le cogí prestada una frase a San Pedro, que le dedicaba al Señor de Sevilla cada vez que le daba un beso de despedida en el talón o le dirigía una última mirada a la entrada de su Basílica antes de emprender el regreso a Granada. Una frase que ha acabado siendo mi particular despedida a la Virgen y al Señor, cada vez que estoy en presencia de Ellos.
Por tres veces San Pedro le negó al Señor antes de su Muerte, pero por otras tres veces, después de su Resurrección, acabó declarándole su amor hasta decirle:
“Señor, Madre….Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero