Como paso previo al recogimiento propio del interior del templo, el patio llamado popularmente del Cristo se nos presenta como acceso a la sacristía y como un remanso de tranquilidad, apenas abandonamos el bullicio de la calle. Por eso, muchos granadinos prefieren esta entrada y a ella acceden a diario, porque el patio es también un lugar de oración.
En realidad este espacio sin construcción se corresponde con el antiguo cementerio parroquial, pues antes del siglo XIX los difuntos se enterraban en sus propias parroquias, que además de criptas albergaban estos reducidos camposantos. Quedó convertido casi en un vertedero y fue D. José Fernández Arcoya, sacerdote al servicio de la parroquia durante más de medio siglo, quien emprendió la remodelación del patio entre 1921 y 1924.
Desde la fachada que da a la Carrera de la Virgen se trasladó el pilar hasta el lugar que ocupa hoy al fondo del patio. Es la referencia ineludible al agua de Granada, que nos recuerda los derechos antiguos de la parroquia y de la Hermandad, y también del barrio, al acceso a este bien tan necesario para la vida. El pilar, en piedra de Sierra Elvira, aporta a este lugar el rumor del agua y se encuentra presidido por un espectacular retablo cerámico que representa a la Virgen de las Angustias bajo artístico tejaroz.
Hoy el patio se abre a la calle con una artística portada de ladrillo con tres huecos, para dos ventanas y una puerta en el centro. Esta se remata con una hornacina sin fondo donde se ostenta una escultura del patrón de Granada, San Cecilio, que así se hace presente en el templo de la Patrona; es obra atribuida a José Risueño y perteneció a la fachada del antiguo colegio de San Fernando.
El interior del patio es un lugar bucólico bajo la sombra de una de las torres de la basílica y con el frescor que aporta un bien cuidado arbolado con setos de plantas. Aquí se detienen los granadinos a orar, al aire libre, porque el patio contiene varios referentes religiosos. En un recodo del fondo, bien conocido por los devotos, se recrea la gruta (ejecutada en este caso con riscos de Alfacar) donde se apareció la Virgen de Lourdes; allí se depositan velas y flores a diario. Se trataba de una devoción muy especial de Mons. Fernández Arcoya.
Pero lo más llamativo es el Crucificado de piedra, que se recorta sobre lo que fue la puerta lateral de la iglesia (obra con el escudo del arzobispo Argaiz de hacia 1665 por los canteros Alonso de Vargas Landero y Simón de Cárdenas), cegada cuando se recompuso este espacio del patio. El Crucificado se granjeó el popular título de “Cristo de las Angustias” y es parada obligada de los fieles, se eleva sobre un rocoso calvario y es imagen de piedra gris, obra de José Navas Parejo procedente del depósito de restos del cementerio de Granada. Lo flanquean sendos poemas en relación con Cristo en la cruz de lo mejor de nuestra literatura mística y ha contado históricamente con una intensa donación de exvotos.
Frente a él se ha ubicado recientemente el busto en bronce, sobre pedestal, del papa San Juan Pablo II, realizado en 2017 para conmemorar el 35º aniversario de su visita a Granada y en concreto a la basílica de Nuestra Señora de las Angustias, ante cuya imagen oró. Se representa con la juventud que tenía en aquellos inicios de su pontificado y es obra del artista valenciano Raúl Abad, por encargo de la Hermandad.