El camarín de la Virgen de las Angustias es como un primoroso relicario, el joyero en donde se guarda la joya más preciada de la devoción granadina, la Imagen de su Patrona, Nuestra Señora de las Angustias.
En su centro y mirando hacia la iglesia, se ubica la Sagrada Imagen, obra anónima del siglo XVI. La tradición relata que esta Imagen llegó a Granada de forma prodigiosa, traída por personajes que desaparecieron al dejarla en una antigua ermita, fundada en este lugar por los Reyes Católicos para venerar a las santas mártires Úrsula y Susana y a las Angustias de María (en un cuadro, devoción muy querida por la reina Isabel). La llegada de la imagen tuvo lugar un mes de febrero y en recuerdo de aquel prodigio la Hermandad celebra solemne función cada segundo domingo de febrero.
A la Virgen de las Angustias, primero en pintura y años después en escultura, se rinde culto en este lugar desde comienzos del siglo XVI, destacando la fundación de su Real Hermandad por veinte labriegos de la Vega de Granada en 1545. Desde entonces creció la devoción a la Virgen de las Angustias y se amplió su ermita, que acabó convertida en Parroquia en el año 1609. La impresionante iglesia barroca que nos acoge es una obra del siglo XVII (realizada entre 1663 y 1671). De esa forma, la Real Hermandad, nacida como congregación mariana poco después convertida en cofradía penitencial, adoptó carácter sacramental desde la creación de la parroquia y actualmente es hermandad patronal, habiendo sido declarada esta Sagrada Imagen como Patrona de la Ciudad en 1887 por el papa León XIII, aunque los granadinos la veneraban como tal desde siglos atrás.
En la época barroca, y especialmente en el siglo XVIII, se pusieron de moda piezas como ésta, el camarín, para albergar imágenes sagradas que gozaban de un extendido y bien merecido fervor popular. Se trata de una especie de estancia privada, cuidada y exquisita, en que se resguarda la Imagen de devoción, sin que por ello se elimine la contemplación de los fieles, que pueden verla a través de esta impresionante cristalera que se abre en el altar mayor de la iglesia, el ventanal por donde la Imagen se deja ver justamente encima del sagrario, uniendo así las dos devociones que marcan genuinamente la vida de la Parroquia y de la Hermandad: primero el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, junto a él al amor sencillo y sincero a la Virgen María. De este modo y paradójicamente, el camarín aumenta la distancia entre el fiel y la Imagen, pero sin mermar la cercanía y visibilidad de la Patrona.
Para ciertos cultos o cuando se celebraban rogativas por determinadas necesidades colectivas (epidemias, plagas de langosta, sequía persistente, terremotos, destacando el Voto de la Ciudad por este último motivo que se renueva desde 1884 cada 26 de diciembre), la Imagen de la Virgen se colocaba en andas en el cuerpo de la iglesia e incluso se sacaba en procesión, como ocurre hoy en la multitudinaria expresión de fe del último domingo de septiembre. Mientras tanto, la Imagen se preserva en el camarín. Cuando ha salido de su iglesia parroquial -basílica menor desde hace casi un siglo (en 1922)- ha sido para ir a la Catedral y excepcionalmente permaneció en el templo de Santo Domingo una semana en 1748, al ser sorprendida en la calle por la lluvia; desde entonces los vínculos entre la Real Hermandad de Ntra. Sra. de las Angustias y la Archicofradía de la Virgen del Rosario son muy estrechos.
El camarín se concibe, por tanto, como una obra barroca profusamente decorada, como lo muestran las columnas salomónicas y los estípites, los dorados, las pinturas en las bóvedas y paredes, y el extraordinario uso de mármoles polícromos, rojos (de Cabra), blancos (de Íllora y Macael), negros y verdes (de Sierra Nevada), trabajados por los mejores canteros cordobeses, como fueron Francisco Navajas y Francisco Hurtado Izquierdo. La obra y decoración del camarín se realizó a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII, terminándose en 1742. La Patrona de Granada se presenta sobre un pedestal o trono de mármol debido al diseño de Marcos Fernández Raya y al trabajo de Luis de Arévalo.
Para construir el camarín hubo que ampliar la iglesia por su cabecera, alargándola hasta el mismo muro tras el que fluye el río Darro, que, una vez embovedado, discurre subterráneo por la espalda del camarín. Ello nos recuerda que la devoción a la Virgen de las Angustias nació en estas tierras de la Vega, donde el Darro confluye con el Genil, de forma que las aguas que hacen fertilizar los campos de media Andalucía corren a los pies de la Patrona de Granada.
Las estancias.
El camarín se divide en tres estancias:
Antecamarín y poscamarín, cámaras prácticamente cuadradas, flanquean la pieza central y su suelo se encuentra a un nivel ligeramente inferior al camarín. Ambas estancias están profusamente decoradas, un fiel ejemplo de esa tendencia barroca al “horror al vacío” (horror vacui, en latín), el afán de no dejar un solo centímetro sin decorar. En el antecamarín y el poscamarín, junto a otras piezas de mobiliario y decoración de indudable valor, destacan las pinturas murales y las de sus bóvedas, ejecutados por los pintores al fresco más célebres en la Granada del siglo XVIII, José Hidalgo y Juan de Medina.
Siguiendo un minucioso programa, ideado por el fraile mercedario fray Baltasar de la Pasión y aplicado con tesón por el comisario designado para estas obras, el clérigo D. Juan de Lizana, estas pinturas murales representan los Dolores que sufrió en vida la Virgen María, los relacionados con la infancia de Jesús en el antecamarín y los alusivos a su Pasión y Muerte en el poscamarín. Siete en total, muy arraigados en la piedad popular. Todos ellos suelen llevar frases en latín de los pasajes evangélicos que representan y una explicación en castellano con versos muy barrocos, en forma de octavas.