Para su estación de penitencia en la noche del Jueves Santo, la Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, disponía desde 1582 de la imagen de Cristo Crucificado, a la que se unió poco después una representación de Jesús Nazareno, obras ambas atribuidas al insigne imaginero Pablo de Rojas. Bien pudo seguir en este caso la inspiración de San Juan de la Cruz, que se rastrea en la imagen del Nazareno de Rojas para la hermandad sita en el convento de los Mártires, ejecutada poco antes de ésta de las Angustias.
Juan Jesús López-Guadalupe ha destacado en esta imagen su cabellera de sueltos mechones, su rostro contenido, nada afilado, con “una expresión de melancolía y recogimiento”. Su túnica esclafada se adapta perfectamente a la anatomía de muslos y rodillas, con pliegues de sabor manierista. Una imagen que encajaba perfectamente en los patrones devocionales de los granadinos, pues al encargar la Cofradía de la Pasión una imagen del Nazareno al mismo Pablo de Rojas, insistía en que fuese del estilo del de las Angustias.
Se trata de una imagen de talla completa, que con el tiempo y las modas, se dispuso para ser revestida con una túnica de tela. Los deterioros que pudieron causar a la talla esa adaptación fueron subsanados en parte en la restauración ejecutada por Martín Simón en 1932. En los años 40 del pasado siglo figuró en varias ocasiones como imagen procesional en Semana Santa, a cargo de la Hermandad del Santo Vía Crucis.
Cabe datarla hacia 1586 y vino a completar el ciclo de imágenes procesionadas por la Hermandad, en una época en que todas las cofradías penitenciales de Granada se afanaban en completar el ciclo de la Pasión con nuevas escenas y pasos, que dieran realce a la Semana Santa y reforzaran, de paso, su valor catequético. De hecho, por el movimiento de la cabeza, Jesús parece dirigirse a las Santas Mujeres, lo que en realidad es un diálogo con los fieles que la contemplan (en el templo o en la calle), aunque ello suponga algunas renuncias a la narratividad de la imagen.
Esta imagen de Jesús Nazareno se adaptaba perfectamente a la vocación procesional para la que fue concebida, al tratarse de una representación itinerante, Jesús vivo y portando la cruz en su caminar hacia el Calvario. Se trataba en origen de una cruz dorada de perfil cuadrangular. Durante buena parte del siglo XVIII compartió cortejo, sin más pasos, con la Virgen de las Angustias, lo que la hizo tremendamente popular, dado el carácter “patronal” que ya se le reconocía oficiosamente a la imagen de la Virgen.
De entonces data la túnica de terciopelo morado bordado en oro, que puede contemplarse en la exposición de enseres de la Hermandad. Disponía también de una corona de espinas plateada y de unas andas procesionales. Las andas conservadas datan del primer tercio del siglo XIX.
Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz