Cuando la noche se hace más intensa, cuando las estrellas brillan con un fulgor inusitado, y desde las viejas murallas de la Alhambra, bajan suspiros y perfumes de aquellos jardines de ensueño, en la ciudad y más concretamente en la Carrera de la Virgen, hay revuelos enfervorizados y plegarias sentidas y emocionadas, de los labios que esperan a que esa madre de amores regrese a su templo.
Hace ya muchas horas que se abrieron las puertas de su Basílica, y la Virgen salió como siempre a hombros de sus hijos, haciendo esa carrera de gloriosa entrega por parte de la ciudad, que acoge a su Virgen con todo el amor y la espera contenida a lo largo de un año. Las calles han sido insuficientes para acoger a su Reina, y Ella que ve a su ciudad rendida de amores va derramando, todo su infinito amor de Madre por calles y rincones…
Cuando la Virgen aparece al principio de su Carrera, los ojos se humedecen de entusiasmo, las gargantas enronquecen de gritos jubilosos, y de todos los pechos surge el mismo clamor ¡Viva la Virgen de las Angustias! Ella va avanzando lentamente majestuosamente camino de su morada. Las campanas de la Basílica replican locas de alegría, y el aire se llena de tantas emociones que es imposible describir. Antes de que las puertas de la Basílica se vuelvan a cerrar, tras el paso de esa Reina y Soberana, esa brisa que ha bajado desde las murallas de la Alhambra perfuma su bendito rostro.
Joaquín Capel García
Hermano Horquillero
Historia y Devoción – Numero 3 – Año 1996
