“Las flores simbolizan una ofrenda a la Virgen. Cada flor tiene un significado concreto”
“Por la Virgen de las Angustias siento un respeto que trasciende, por encima de todo, fruto de ese amor que conlleva lo divino y lo intangible”
Hoy es un día muy especial, el de nuestras madres y el de la Madre por excelencia, la Virgen María. Nos hayamos inmersos en el mes dedicado a Ella, el de las flores, y por este motivo hoy queremos ofrecer un testimonio especial de alguien muy entendido en flores y otras muchas facetas del mundo cofrade. Nos referimos al motrileño Álvaro Abril Vela, uno de los artistas más reconocidos de nuestro país, encargado desde hace diez años de todos los exornos florales que adornan el paso y altares de la Santísima Virgen de las Angustias. De flores, arte y de lo que representa para él la figura de la Madre hemos hablado en esta entrevista.
Diseñador, bordador, florista, vestidor… Hay quien cariñosamente se refiere a usted como un Miguel Ángel del arte cofrade.
Cuando me llaman un Miguel Ángel o un nombre del Renacimiento me resultan palabras demasiado grandes para lo que yo veo en mí. Entiendo lo de multidisciplinar porque es cierto que toco muchas facetas y me desenvuelvo bien dentro de varias artes.
Esa visión tan global ha hecho que marque distancias con respecto a otros artistas cofrades. En su opinión ¿cuáles son esas señas de identidad que le hacen distinto?
La primera fue el hecho de tocar tantas disciplinas, cosa que hasta ese momento no se había visto en casi nadie, sobre todo con la edad con la que yo empecé. Ese fue el punto de inflexión. A raíz de ahí creé un blog en el que mostraba todas esas disciplinas. A la gente le pareció curioso e interesante y otros compañeros o amigos se han ido involucrando en tocar también varios palos. Por lo que respecta a los exornos florales mi principal innovación fue incluir fruta en mi Hermandad de la Resurrección, algo muy llamativo, pero muy criticado también. Curiosamente este año hice las flores y se me habían olvidado las frutas y fue la Hermana Mayor la que se acercó a mí y me preguntó por ellas. Me dijo: “Ahora mismo vas a por la fruta y la compras”. Con el trabajo que costó meterlas en su momento ahora es algo plenamente instaurado.
Sin antecedentes cofrades en la familia. ¿Cómo se introdujo en este mundo?
Gracias a mis abuelos maternos. Mi abuelo me llevaba a San Andrés, a La Burriquita, a la Santa Cena en Santo Domingo… y a las iglesias durante todo el año. Mi abuela también me llevaba de la mano a las procesiones. También iba con ellos a misa todos los domingos. Desde que tengo uso de razón recuerdo este mundo como algo innato en mí. Con tres años transformaba los playmobil en pasos de Semana Santa; en primaria hacía en Plástica pasos de plastilina y en Bellas Artes pintaba siempre imágenes de la Virgen y de los santos. Llegaba un carnaval y me vestía de costalero y estaba obsesionado con vestir a mi prima de mantilla. Procesionaba de chico hasta las cajas de fruta de Carchuna, donde yo veraneaba.
¿Su primer trabajo?
Mi primer trabajo profesional, aunque no remunerado, fue el proyecto del manto de Santa María del Triunfo. Tenía 16 años y fue un atrevimiento. Consideré que el manto proyectado por mi hermandad no era el que me gustaba, dibujé uno en Motril, me presenté aquí un fin de semana, lo llevé al Cabildo y salió elegido entre los tres que había.
¿Cómo alguien con dieciséis años se gana la confianza de una Hermandad con lo cerradas que pueden ser en ocasiones?
Ahora es muy fácil porque ya tengo un bagaje profesional y personal, pero con 16 años es muy complicado. Yo hacía las cosas por amor al arte, nunca mejor dicho, y ni imaginaba que por un diseño pudiesen pagar nada. Nunca fui consciente de que quería introducirme, pero sí recuerdo que era difícil porque me veían como un niño engreído, sabiondo y repelente. Hablar con cierta propiedad y con ese vocabulario a esa edad echa para atrás, y mucho. Me cerró muchas puertas en su momento que pudieron abrirse antes.
¿En cuántas hermandades y cofradías está presente en la actualidad su trabajo?
Ahora visto a sesenta y cinco imágenes, como florista hago exornos a diez entre las hermandades de Gloria y de Penitencia, pero no sé cuantos bordados y diseños he podido realizar hasta el momento para todo el territorio nacional. Pocas comunidades se me escapan ya.
Centrándonos en las flores ¿dónde comienza todo?
Yo estaba muy pegado al grupo joven de la Cofradía de los Ferroviarios por Jesús Arco, uno de mis mejores amigos, al que conocí en el taller de bordados de la Casa de Hermandad del Cristo de San Agustín. El florista de los ferroviarios no apareció esa noche y la Virgen iba a salir en procesión en septiembre por el barrio de los Pajaritos. Las flores estaban en unos cubos sin nadie para ponerlas y me dijeron: “Niño, tu que eres muy artista ¿sería capaz?”. Y yo, que he sido siempre muy lanzado, me puse a ello. Era la primera vez que cogía una flor y no fui a lo sencillo. Dos jarras helicoidales combinando dos espirales con dos hileras de flores diferentes de distinto tono. Tuvo tanta repercusión, que menos de un año después la Hermandad del Carmen de Málaga me llamaba para poner las flores de su novena y del trono de la Virgen. Ahí empieza mi historia con Ella. Tenía quince años y es la imagen que me toca la fibra sensible por muchos motivos personales.
¿Nos los podrías contar?
Es la primera vez que lo hago. La partida de mis abuelos ha coincidido prácticamente con esos días de novena. La muerte de mi abuela Isabel es la que más me ha tocado en mi vida. Por su enfermedad iba y venía todos los días desde Málaga para verla en el hospital, pese al trabajo, porque en esa novena se cambia el trono, tres veces las flores y la Virgen luce cinco vestimentas distintas. Estar tan cerca de la Virgen y que yo le pidiera su ayuda para que ese sufrimiento acabase me unió todavía más a Ella. La madre de mi abuelo era muy devota de la Virgen del Carmen y él me inculcó también esa devoción. Eso unido a la casualidad de las flores de los ferroviarios y el verme ya con dieciocho años vistiendo a la Virgen del Carmen, con lo difícil que es eso en una ciudad como Málaga y sin referencias, es porque algo muy especial tiene que haber.
Siguiendo con los abuelos, permítame que ahora haga referencia al mío, el escultor Antonio Martínez Olalla, y a la Esperanza y el Nazareno de Motril, obras suyas, las primeras imágenes que vistió de forma oficial.
Así es, la primera vez que fui nombrado vestidor oficial, con catorce años, fue con esas imágenes y gracias a María Teresa Bustos, la vestidora de toda la vida de la Virgen de la Esperanza. Una mujer con carácter, la primera en ser presidenta de una agrupación de cofradías en España, a la que le hizo mucha gracia aquel niño tan dispuesto. Hasta tal punto, que un día empezó a vestir a la Virgen ella y la acabé yo. Ya llevaba unos años haciendo mis pinitos en pueblos pequeños, como el de mi padre, Cogollos Vega, o algún pueblo de la Costa Tropical.
Y un día, de hace diez años, cuando tiene sólo veintidós, irrumpe en su vida la Hermandad de la Virgen de las Angustias y la Madre. ¿Cómo fue ese encuentro?
Una vez más, de forma curiosa. La Hermandad buscaba una persona para restaurar el manto de la Duquesa de Pastrana. No llevaba mucho tiempo bordando, pero Jesús Arco sí tenía una trayectoria más extensa y a través de un buen amigo, cercano a la Junta de Gobierno, nos piden que vayamos a verlo. Y aquello salió por mediación de la Virgen. Era un trabajo muy complejo porque era una pieza de mucha categoría. En aquella época veía a la Hermandad y a la Virgen como algo totalmente inaccesible pero, siendo muy jóvenes, les había gustado nuestra forma de ser, nuestro trabajo y nuestro compromiso. Y nos dimos cuenta que la Hermandad estaba compuesta por personas maravillosas, como el Hermano Mayor, Paco Salazar, un hombre cariñoso y bonachón con el que compartimos miles de momentos porque el manto lo restauramos en su despacho. No se me olvida tampoco mi primer contacto con la Virgen. Llegó el día en que había que hacer la prueba con el manto y me quedé sin palabras y sin aliento porque la Virgen cambia tanto en la distancia corta que no sabría explicar lo que sentí.
Luego vendrían las flores…
Les había llamado la atención las flores tan bonitas que llevaba el Triunfo y al enterarse de que era yo quien las ponía, a raíz de verme en esa procesión, me ofrecieron encargarme de las de la Virgen. Y hasta el día de hoy.
Y está claro que el cambio que se produce es total, pero ¿hasta un límite?
Hay un cambio pero siempre dentro de un sello muy personal porque la Virgen nunca destaca por nada estridente ni excesivamente llamativo. Dentro de eso he innovado todo lo que he podido, y más. E, incluso, más de lo que se me ha permitido a veces.
Trae aires nuevos al trono, los altares, los exornos del Nazareno y el Cristo de la Misericordia e, incluso, a los paneles de la fachada en la Ofrenda Floral.
Le cambio la estética a esos paneles. Antes había un corazón de claveles rosas con una corona amarilla de tres picos y lo sustituyo por un corazón con los siete puñales en plata y su corona en oro y esos avemarías en los lados que un año son azules inmaculistas, otros, en plata o en oro. Los cambios se hacen también en los altares porque en esa época la Virgen vuelve a salir a la puerta y, por supuesto, en el trono de la Señora que retoma esas señas de identidad que se implantaron en los años ochenta, noventa, con la explosión floral en las esquinas con los nardos. Habían estado desaparecidos durante quince o veinte años y vuelven con fuerza. La confianza que me demuestra la Hermandad hace que fructifiquen las innovaciones que se han ido haciendo.
¿De qué exorno se siente más orgulloso?
De todos. Especialmente me siento feliz por vivir esos momentos de intimidad en la Basílica con Ella cada sábado último de septiembre. Allí nos conocimos, precisamente, tú y yo. Fue la Virgen quien nos presentó. Guardo con especial cariño, no tanto la procesión del centenario de la coronación sino la Magna Mariana. Ese montaje que creé para la puerta, con esos doseles, con esas balaustradas de flores, el ver a la Virgen por vez primera con rosas de color rosa, con calas…fue muy especial. Me hizo una ilusión tremenda estar presente en ese día histórico con las imágenes de la ciudad y de la provincia rindiéndole pleitesía a la Reina de Granada, de la Archidiócesis y de España entera.
En su última creación para el pasado mes de septiembre la innovación del exorno tuvo un significado bien distinto. ¿Estoy en lo cierto?
Tuvo un tinte agridulce. Fue bonito en cuanto a lo estético innovar con el color morado, pero ese color morado estaba muy presente porque hacía homenaje, en señal de luto, a todas las víctimas de la pandemia.
Se nos escapa que las flores tienen también su propio lenguaje. ¿Qué simbolizan?
Las flores simbolizan una ofrenda a la Virgen y no sólo en la flor tangible. En un retablo, en una pintura la Virgen aparece rodeada de flores y frutos. Cada flor tiene un significado concreto. La rosa es el emblema de la Virgen del Rosario, patrona de la orden dominica, la azucena está directamente relacionada con los franciscanos porque la Inmaculada es su patrona y es el símbolo inmaculista por excelencia. El nardo es una flor que siempre ha estado vinculada a la Virgen María y, de forma indivisible, a la Virgen de las Angustias. Incluso en los años en que no los ha llevado, las calles olían a nardos. Los cardos simbolizan la Resurrección y los iris también aparecen en los cuadros de temática inmaculista, en los lirios blancos que portan los ángeles al lado de la Virgen.
No se concibe a la Virgen sin sus nardos, pero me gustaría que explicase una particularidad de ellos, que se refiere a sus dimensiones en las esquinas del paso y, también, ese tira y afloja que mantiene a veces con el decano de horquilleros, Ángel Luis Vázquez. Porque esos nardos tienen que pasar por la puerta de la Basílica.
Quitando la Semana Santa de Cartagena, en España no se hacen exornos de tanto volumen e impacto visual como el de la Virgen. Y claro que crean un problema. Siempre llega Ángel Luis con las tijeras de podar para decirme hasta aquí, sí, y hasta aquí, no. Lo quiero muchísimo y es mi persona de más confianza en todos estos años. Los nardos han salido a milímetros e incluso rozando, pero luego se recomponen porque el nardo es flexible. Te diría que, a veces, hasta han sobrepasado incluso la medida.
¿De cuántos nardos en total estamos hablando?
De dos mil nardos, quinientos por cada esquina. Hace dos años en esas esquinas solo hubo nardos porque nos parecía muy elegante, pero suelen ir combinados con rosas, anthurium u otra flor. Entre seiscientas cincuenta, setecientas flores por cada esquina. Una barbaridad. A eso hay que añadir todas las flores de los frisos y peana y ese cálculo ya se me escapa. Cuando introduje los nardos, mezclados con gladiolos la primera vez, recuerdo que la Hermandad no estaba tan segura de cambiar.
¿Dónde consigue tantos nardos?
Todos los años le encargo a una señora, unos meses antes, que me guarde los nardos de la Virgen y ella los cultiva con mucho mimo y con mucho esmero.
Adornar el paso de la Virgen requiere de un equipo y muchas horas de trabajo.
Desde el mediodía del sábado hasta el amanecer del domingo. Solemos estar ocho personas. Una pareja por cada esquina del paso de la Virgen, uno encima de la escalera y otro abajo pasando las flores y no hay sitio para más.
Experimenta una gran cercanía con la Virgen en esos momentos de intimidad en que adorna los pasos, tronos y altares o las viste para las procesiones y cultos de sus respectivas hermandades. ¿Qué siente cuando está a solas con Ella?
Cada una de las vírgenes me provoca un sentimiento distinto. Por la Virgen de las Angustias siento un respeto que trasciende, por encima de todo, fruto de ese amor que conlleva lo divino y lo intangible. Porque es lo que te han inculcado desde que tienes uso de razón y lo que sientes desde que pones un pie en la Basílica. Hay otras imágenes que pasan de tener ese halo de magia a ser mis niñas porque tengo con ellas una mayor cercanía en el trato, aunque todas son para mí igual de importantes. Si mi niña es la Virgen del Triunfo y la Virgen del Carmen es la que me ha aguantado mis ratos buenos y mis ratos malos, la que reina y está por encima de todo es la Virgen de las Angustias.
Sin olvidarse, nunca mejor dicho, de la Virgen del Olvido, que reina en su casa.
Por supuesto. La historia de esa imagen de finales del siglo XVII daría para escribir un libro porque es muy enigmática. Pese a tenerla en casa se me ponen los pelos de punta cada vez que le doy un beso. Parece que está atribuida a un escultor italiano que trabajó posiblemente en Cádiz. En su día fue la imagen de la Virgen de la Merced de la Hermandad de Pasión de Sevilla y la Virgen de los Dolores de Puerto Real. Ha salido en varias películas y ha estado presente en una de las exposiciones más importantes de los Reales Alcázares de Sevilla haciendo de la Virgen Coronada del Socorro de Antequera. Además, fue la imagen particular de Pérez Calvo, vestidor de La Macarena durante muchos años y un artista y tallista muy importante.
¿De qué forma le ha afectado el parón y la crisis que ha generado la pandemia?
Por suerte tengo una familia que siempre me ha ayudado y un taller muy humilde en el que he tenido trabajo, quitando los días estrictos de confinamiento. Lo he pasado mal a nivel personal por el sufrimiento que he visto. Las pérdidas son significativas porque llevamos dos años sin Semana Santa y las flores han caído al cien por cien, pero la gente sigue confiando en mí. A las hermandades les está costando mucho pagar los trabajos y es la primera vez que me he encontrado el taller abarrotado de obras porque no se podían hacer cargo de lo que se habían comprometido. Algo lógico y evidente. Desde hace un mes han empezado a salir y solo quedan ya dos encargos.
Por último. Elija un exorno, un diseño, un bordado y una imagen.
Como bordador, la restauración del manto de la Duquesa de Pastrana. A nivel diseño, ver a la Esperanza Macarena salir en la madrugada sevillana con una saya diseñada por mí, que por vez primera fue rosa, y a mis padres tan emocionados o más que yo mientras lo veíamos por televisión. Como vestidor, la emoción que sentí la primera vez que vestí una imagen en Granada, que fue la de Santa María del Triunfo. En cuanto a exornos, el de Santa María de la Alhambra, que me parecía fascinante por el compendio de imagen, trono y entorno, y a nivel sentimental, el de la Virgen de las Angustias.
Por María Dolores Martínez
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