“La Virgen lo es todo para mí. Y si estás cerca de Ella, te lleva a Jesús directamente”.

Carolina Oviedo Martínez, conciliaria del cuerpo de hermanas cofrades, recibió de sus padres el legado más importante: el de la fe. Por eso, sus palabras rebosan respeto, dulzura y la inquietud permanente de hacer apostolado y entregarse a los demás. Una tarea en la que tiene muy claro que el mejor modelo es el de María, porque es la que nos lleva a Jesús directamente. Ahora es su nieta, Carolina Victoria Sabaniego, de sólo dieciséis meses, la heredera del inmenso amor que toda la familia siente por la Santísima Virgen de las Angustias y, hoy por hoy, el miembro femenino más joven de toda la Hermandad.  

Comencemos por su nieta, Carolina Victoria. ¿Qué sintió cuando vio su foto en la portada de Ideal llevando una rosa a la Virgen y, días después, al publicarse una entrevista suya hablando de la devoción de toda la familia por Ella?

Sobre todo, el orgullo de que ella se sintiera parte de nuestra Hermandad. Fue un guiño de la Virgen porque desde que mi hija María estaba embarazada íbamos mucho a la Basílica, en plena pandemia. Su ilusión era que todo saliera bien y ella se lo pedía muchísimo a la Virgen. Hay que tener en cuenta que en pandemia las mujeres embarazadas no podían ir a ver a su ginecólogo. Mi hija me decía que, en cuento naciera, haría hermana a mi nieta porque tenía mucho que agradecerle a la Virgen. Verla en portada fue muy emocionante al igual que poder dar testimonio a todos los granadinos del cariño que sentimos por la Virgen. No se me olvida que cuando la Basílica estuvo cerrada en pandemia la gente se paraba a rezar y a ponerle flores. Era algo impresionante.

La pequeña es ya la cuarta generación de hermanas cofrades de los Oviedo Martínez. ¿Cómo han vivido en familia ese amor por la Virgen?

Cuando yo era pequeña vivía en la Avenida de la Constitución, pero mi madre nos llevaba todos los domingos a la Virgen de las Angustias. Y mira que había iglesias a nuestro alrededor. La veía siempre rezar y arrodillarse con mucho fervor, como hacía también mi abuela materna, María. Mi madre nos enseñó que había que darle gracias a la Virgen siempre. Eso lo he visto yo, lo mismo que lo ha visto mi hija María y ahora lo hace mi nieta. La llevamos prácticamente todas las semanas a la Virgen. Ella es chiquitita y se porta bien, aunque a lo mejor no aguante la misa entera.

¿Expresa ya sus sentimientos por Ella?

Le tira besos, y por la noche también, porque en mi dormitorio y en el suyo hay una Virgen de las Angustias en la cabecera.

En su caso ¿qué papel juega la Virgen en su vida?

La Virgen lo es todo para mí. Y si estás cerca de Ella, te lleva a Jesús directamente. Hace años entendí, en Medjugorje que la Virgen estaba buscando un ejército de apóstoles. Necesita gente. Me enternece mucho pensar que nunca nos ha dejado, incluso físicamente. Se aparece en Lourdes y, después, en Fátima, pero en Medjugorje sigue apareciéndose todos los días desde 1981.

A Medjugorje le llaman el pulmón de las conversiones. Usted es una persona con una fe muy arraigada, pero aquel viaje a Bosnia-Herzegovina ¿le marcó de algún modo?

La Virgen tiene una fineza impresionante. Fui a Medjugorge y viví una experiencia muy bonita. Yo leía mucho sobre la Segunda Guerra Mundial, era algo que me gustaba, pero sentía antipatía por los alemanes. Yo tengo cincuenta años, pero algunos abuelos de allí aún lo recuerdan como algo horroroso. Hubo una charla de una de las videntes en una capilla muy pequeña, casi sin espacio. Estaba muy atrás, asomándome. De repente, se levantó una señora de adelante que no me conocía de nada, se acercó y puso su chaquetón en el suelo para que pudiera sentarme al lado de ella junto al altar. Esa señora era alemana. La Virgen me dijo, a su manera, que aquí caben todos. Luego, cuando ves una adoración eucarística en una explanada con setenta mil personas, sin que se escuche ni el papel de un caramelo, habiendo niños pequeños y carritos, es algo emocionante. ¿Qué más se puede pedir? Es un pulmón del mundo, todo lleno de gente rezando y adorando al Señor expuesto gracias a la presencia de la Virgen.

En su vida de fe la adoración eucarística es algo esencial. De hecho, pertenece al grupo de fieles impulsores de la Adoración Eucarística Perpetua, cuya capilla se ha inaugurado recientemente en la iglesia del Sagrario. ¿Cómo es esa relación con Jesús Sacramentado? 

Es la batería que necesitamos todos los cristianos para poder ser testigos del Señor en la tierra. Él es el pozo de agua viva. En la adoración eucarística he visto como la gente sale nueva, como se acerca después a confesar. El Señor te va sanando. Cuando empezamos este proyecto de la Adoración Perpetua necesitábamos cuatrocientos adoradores y no sabíamos si podríamos conseguirlos y hoy en día hay más de cuatrocientos, se han desbordado. Me gustaría mucho agradecerle a la gente mayor su implicación porque me admira que las horas de madrugada, en la adoración, las ocupen mayormente ellos. Es muy generoso que personas con una media de setenta años estén haciendo noches enteras. Cuando hoy he llegado a las seis de la mañana, la señora a la que he relevado llevaba allí desde las doce de la noche. Hay coordinadores, uno de ellos general, que es Mercedes, una señora estupenda, los responsables de hora y gente que adora una hora o más, si así lo desean. Los que somos responsables de una hora lo hacemos durante toda la semana para ir controlando si hay cualquier incidencia o alguien no puede para que el Señor nunca esté solo.

La Obra y la figura de San Josémaría Escrivá es otro pilar muy importante en su familia. ¿Qué influencia tiene en ustedes?

Tardé tiempo en comprender el espíritu de la Obra, aunque mis padres pertenecen a ella desde hace muchos años. Yo nací en la espiritualidad de las monjas de la Consolación, de Santa María Rosa Molas. La Obra no la comprendía nada y la criticaba mucho. Conforme fui conociendo a San Josemaría la fui entendiendo, ya que él dice que tienes que santificarte en tu medio ordinario. A principios de siglo, eso era sólo para sacerdotes o religiosas, pero él explica que todos estamos llamados a ser santos porque no todos podemos irnos a las misiones o tener vocación. Lo que tengas que hacer, hazlo mirando al Señor y lo más perfectamente que puedas. Creo que es lo más difícil porque a mí muchas veces me gustaría estar en el Congo ayudando y no peleándome en casa con los niños o en la tienda con las cosas ordinarias. Otro pilar muy importante es ser conscientes de nuestra filiación divina, porque somos hijos de Dios. Te ayuda mucho a ver a tu hermano de otra manera.

Acaba de mencionar su tienda, Max Mara. Me comentó en una ocasión que ha enseñado a algunas clientas a rezar el rosario. De hecho, planteó con éxito a la Junta Directiva de hermanas cofrades un taller destinado a aquellas personas que deseen rezarlo correctamente. Ese proyecto verá la luz en breve. ¿Hay necesidad de una mayor formación?

Hace falta mucha formación. En la Obra uno de los pilares es el apostolado en cuanto a poder formar a las personas porque no puedes querer a quien no conoces. Es imposible. Entendí que yo tenía que santificarme en mi medio de vida, que en este caso es una tienda lujosa, una cosa un poco rara. Sin embargo, te das cuenta que la gente con más nivel económico es la que más sola está muchas veces porque algunos sólo tienen dinero. Para eso, el camino más fácil es la Virgen. Empiezan a rezar el rosario, a acercarse a la Virgen y una cosa lleva a la otra. Así llegan a Jesús. A quien no tiene formación no puedes empezar a hablarle de los sacramentos ni de los diez mandamientos. De hecho, las generaciones posteriores a la mía no los conocen en su mayoría. Es mejor la Virgen. Ella llega a todos y cuando te cuentan que tienen un problema con los hijos, por ejemplo, les animo a que recen el rosario y, si no saben, les enseño y empiezan a encontrar paz.

Y les regala, incluso, el rosario…

Mi socia y yo, cuando hemos ido a Medjugorje, hemos traído una bolsa de rosarios bendecidos. Ahora nos han regalado de Fátima. La gente lo sabe y aquellas personas que han aprendido a rezar el rosario nos traen para los demás. A ellos le han ayudado y quieren ayudar también.

Esa entrega a los demás también la ha desarrollado en Lourdes como hospitalaria y sigue desarrollándola en el Santuario de Torreciudad de Huesca, donde es delegada. ¿Cómo han sido esas experiencias?

A la Virgen de Torreciudad le debo el dedicarme a Ella hasta el final de mi vida en un servicio muy explícito, donde Ella me mande. En un momento de las jornadas marianas de Torreciudad sentí que la Virgen me decía que la sirviera y en ese mismo año estuve en Lourdes y en Medjugorje y empecé un camino mariano. En Lourdes experimenté como los enfermos están plenamente felices por lo cerca que están del Señor. El primer día en Lourdes llegué muy cansada después de un viaje muy largo porque hay que parar cada cuatro horas, al haber muchos enfermos en silla de ruedas. Yo desconocía el mundo del enfermo pero fui porque Adela, la presidenta de la Hospitalidad, me lo había pedido y yo se lo había prometido antes a la Virgen. Cuando los enfermos estaban ya acostados y nos salimos los hospitalarios recuerdo que iba por el puente llorando amargamente porque creía que no podía con aquello. Veía a las personas dependientes y me conmocionaba pensando que había hecho yo para tener tres hijos sanos, cuanto me había perdido de darle gracias a Dios. Al día siguiente muy temprano, porque te levantas a las cinco de la mañana para hacer oración a la Virgen Coronada, iba con el ánimo por los suelos. De repente sentí que la Virgen me consoló y me dijo que no perdiera esa oportunidad, que esa semana podía ser, si me dejaba, las manos, los ojos y los pies de su Hijo, consolando. Pareció que me habían metido cantidad de voltios en el cuerpo porque no paré con los enfermos, para arriba y para abajo. Me metía hasta en las piscinas con ellos. Cuando llegué a Granada hice oración. Me gusta acompañarla con distintos libros, pero me gusta especialmente Camino y Forja de San Josemaría. En el número dos de Forja ponía, “donde sólo se encuentra la tristeza, el dolor y lo incomprendido es donde está el Señor y se encuentra la alegría”.

Por último, no se ha privado tampoco de recorrer el Camino de Santiago, hace sólo unos meses.

Es la segunda vez que lo he hecho y me ha gustado muchísimo. He cargado pilas y, aunque fui con unas amigas, he estado muchos ratos a solas conmigo misma y me ha dado tiempo a hacer un reseteo y ofrecer todo cuanto tengo en mi vida. Como decía San Francisco de Asís, la naturaleza invita a estar con el Señor y esos parajes son impresionantes.

Por María Dolores Martínez

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