“Es una vocación, una llamada del Señor porque somos enviados por El para visitar a los enfermos e impedidos”

“Ver a gente que se sobrepone en la adversidad, que lleva años en una cama o en una silla, es algo que vivifica”

“Son necesarios fieles a los que les interesen los enfermos, dar consuelo al que está roto y desamparado”

Realizan una de las labores más bonitas, calladas y, probablemente, menos conocidas de las muchas que se llevan a cabo en la Basílica por los distintos grupos parroquiales. Nos referimos al grupo de la Pastoral de la Salud, formada por una veintena de laicos cuya principal misión va más allá de la visita y seguimiento a nuestros mayores, enfermos, personas con algún tipo de discapacidad o que viven en una enorme soledad. Para este colectivo lo más importante y lo que les llena profundamente –hasta decir que reciben más de lo que dan- es llevar a Jesús a muchos hogares. Unas veces, sacramentado, en calidad de ministros extraordinarios de la comunión, y otras tantas siendo testigos, con su acompañamiento y escucha a los enfermos, de la Palabra, ternura, consuelo y misericordia de Dios.  Hoy nos acercamos a la Pastoral de la Salud de la mano de nuestro párroco, Don Blas Gordo, y del testimonio de tres de sus miembros, Joaquina Fraga, Francisco Garrido y Francisco Morillas.

La Pastoral de la Salud, en palabras de Don Blas Gordo, es “una dimensión de la vida parroquial que se ha cultivado siempre, desde que Don Francisco y yo estamos aquí. Antes la llevaban a cabo algunos sacerdotes o alguna religiosa que ayudaba pero, en los últimos veinte años, son un grupo de laicos los que colaboran en esa labor de la vida comunitaria que significa estar atentos a los débiles y, en concreto, acompañarlos en la enfermedad. El grupo de la Pastoral de la Salud constituido en estos momentos se ha cultivado mucho estos últimos años, acompañados por María Reguero. Es una operadora parroquial, una mujer consagrada que ha sido el alma mater del grupo, donde semanalmente vivían un encuentro con momentos de oración, de formación y comunicación de la experiencia de visita a los enfermos, de llevar la comunión y de atención e interés por la evolución de aquellos de los que se tenía conocimiento que iban al hospital. Todo por medio de las familias que avisan, o no, de esas situaciones porque sin la libertad de la familia o la propia petición del enfermo evidentemente no se puede intervenir”.

El grupo de colaboradores que forman la Pastoral de la Salud es variado, aunque en todos los casos se requiere de una preparación, de una disposición y de unos requisitos específicos tanto para ser visitador como para ser ministro extraordinario de la comunión. Dos facetas bien distintas que, sin embargo, se solapan en el caso de algunos colaboradores. “A la hora de acompañar –explica Don Blas- está la pedagogía de saber entrar en las casas, de adaptarse al modo de ser de las familias y del enfermo y sentir que no vas en nombre propio sino que eres presencia de una comunidad”. Tras una primera reunión con el párroco “los que quieren iniciarse en el grupo de la Pastoral de la Salud, participan de su vida y, en la medida en que va pasando el tiempo y se va viendo que hay una sensibilidad apropiada para poder hacer esta labor, se discierne si es oportuno también prepararlos para ser ministros de la Eucaristía aunque hay colaboradores que sólo son visitadores”.

Por lo que respecta a estos últimos, continua Don Blas, “son personas que acompañan en la soledad al enfermo y sienten el deseo de compartir su tiempo, llevando el calor de la comunidad cristiana, prolongando la vida de familia desde la fe en Jesús. A veces sacan a dar un paseo al enfermo o se toman una cerveza o un refresco juntos.  Aunque estén en casa, los enfermos son también activos y, de hecho, les animamos a que ofrezcan su sufrimiento y oración y que se sientan vinculados a la comunidad parroquial. Y no sólo como objeto de un amor que va en una única dirección. De hecho, muchos de los ministros y visitadores dicen que reciben más de lo que dan porque el ver a gente que se sobrepone en la adversidad, que lleva años en una cama o en una silla, es algo que vivifica. Desde esa clave, cada uno puede ser un pilar de la vida parroquial”.

Con la experiencia de la Covid-19 se ha acentuado la conciencia de cuanta gente vive esta situación de soledad. Y de hecho “muchos han muerto solos en hospitales o residencias de mayores porque no han podido tener la compañía de la familia que les ayude en ese momento tan decisivo en el que sentirse queridos, pese tener a su lado a los sanitarios”.

Junto a los visitadores “está también el grupo de ministros extraordinarios de la Eucaristía que hacen celebraciones de la Palabra, donde llevan a Jesús. Tanto unos como otros, por ejemplo, acompañan a los enfermos en sus cumpleaños. En estos momentos, por miedo o por presión de los hijos, hay enfermos que no quieren que se les lleve la comunión y se opta por acompañarles telefónicamente. Otros están en disposición de mirar para adelante porque esperan la visita de Jesús y se les lleva con todas las medidas sanitarias”.

Sin duda una obra de misericordia maravillosa la que realizan estos visitadores y ministros y “una oportunidad bonita de hacer presente a Jesús que envía evangelizar en medio del mundo de la enfermedad. Otros momentos señalados institucionalmente –concluye Don Blas- es el Día de la Virgen de Lourdes, el 11 de febrero, en el que el Papa publica un mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo y luego el sexto domingo de Pascua en el que se suele tener una celebración comunitaria de la Unción de Enfermos en la que están presentes aquellos que lo piden y pueden venir. Los que no, se la llevamos a casa”.

Una llamada muy especial del Señor a ver su rostro en los sufrientes

Si algo tienen muy claro los miembros de la Pastoral de la Salud es que su labor responde a una llamada muy especial del Señor. Así lo asegura Francisco Garrido, quien atesora una experiencia de una década al servicio de los enfermos. “En Granada llevo tres años en la Pastoral, pero antes había estado siete en la de Ronda. Para mí representa una vocación, una llamada del Señor porque somos enviados por El para visitar a los enfermos e impedidos. Dentro de esa vocación siento alegría porque me llena estar con ellos y compartir su soledad. El enfermo es una persona que está sola y necesita ser escuchado. Para mí es algo muy importante permanecer en silencio y que sea el enfermo quien te comparta todas sus necesidades, que se desahogue. También es muy importante para mí llevarle al Señor, como ministro de la comunión.  Al enfermo le llena porque lo necesita y a mí ver en él la imagen del Dios sufriente”.  Si bien son muchas las experiencias vividas al lado de los enfermos durante todos estos años, Francisco recuerda con especial cariño en Ronda a María “que ya está en la Gloria de Dios. Era una persona muy humilde y sencilla que vivía en una habitación de pocos metros cuadrados donde lo tenía todo, su cama, su cocina…pero aceptaba su situación con la alegría del Señor. Siempre nos esperaba con los brazos abiertos. Tenía una sonrisa, una expresión en la cara en la que yo veía, aún más, el rostro del Señor. En Granada, hay un matrimonio en el que los dos están enfermos. He recibido de ellos mucho por el cariño que me dan. Recuerdo que les regalé una cruz y siempre que voy la cogen de su sillita, me la enseñan y la besan. Los quiero mucho.” 

Un encuentro de tres

Joaquina Fraga siente un “profundísimo agradecimiento. Primero, al Señor, porque se sirve de mí para llevar la comunión y visitar a los enfermos. Y delante de mí, seguro que habría muchísima gente que lo merece más que yo. Luego, a los sacerdotes, que han depositado en mí su confianza. Para las personas enfermas que veo, que el Señor las visite y visite su casa es algo que agradecen mucho.  Sienten una paz, una alegría y, sobre todo, una fuerza enorme para aguantar lo que tienen. Ese rato de charla en que estoy con esa persona no es un encuentro de dos sino de tres porque el Señor está también. Los escuchamos y la soledad que tienen se disipa un poco. Nos cuentan sus problemas, sus dudas, sus penas. Y ellos nos los agradecen un montón y nosotros a ellos porque se aprende de sus consejos, de cómo vivieron, hasta darte cuenta de que hay cosas que una pueda hacer mal con su familia, con sus amistades. Luego, admiro su profunda fe. Es verdad que el Señor es un consuelo muy grande. En concreto, la persona con la que más trato tiene muchísimos dolores y lo pasa mal y me dice que gracias al Señor esos dolores los soporta mejor”.

Necesidad de nuevos miembros

Los visitadores y ministros extraordinarios se responsabilizan, como miembros de la comunidad cristiana, de los sufrimientos de la gente. Y como bautizados, en comunión con Don Blas, realizan esa labor. Por ello, el párroco de Nuestra Señora de las Angustias mantiene, en estos momentos, reuniones periódicas cada quince días con la Pastoral de la Salud con el objeto de organizar todo el trabajo que supone atender a dieciocho enfermos para que reciban periódicamente visitas en sus domicilios o la comunión, una o dos veces por semana. Todo dependiendo de las obligaciones, trabajo y disponibilidad de cada uno de los miembros. “La Pastoral de la Salud -explica Francisco Morillas- es sumamente grata para mí. No se trata de lo que yo soy capaz de dar a los enfermos porque ellos me dan mucho más de lo que reciben. Hay algunos casos en los que sí que te toca darte, tener mucha comprensión, pero también firmeza”. Porque hay ocasiones en que la delicada situación en que se encuentran estos enfermos, su dolor, su soledad o los problemas que arrastran les hacen estar a veces especialmente sensibles e, incluso, irritables. Es entonces donde la especial pedagogía que tienen los visitadores y la preparación de los ministros de la comunión entra en acción. “Hay días en que llevas al Santísimo –explica Francisco- y los puedas encontrar enfadados o con sus cosas y tienes que hacer un equilibrio enorme hasta conseguir que se tranquilicen porque van a recibir al Señor. Tenemos que ponerlos en situación, predisponerlos a que el Rey de Reyes, el Creador va a su casa”.  Junto a ello la administración de la comunión a estos enfermos va a acompañada de un rito largo o corto de oraciones preparatorias, dependiendo de si han escuchado, o no, la Misa ese día. En este último caso, se hace necesaria también la lectura de la Palabra de Dios y una reflexión del Evangelio. En los siete años que Francisco lleva con la Pastoral de la Salud reconoce que la persona que más le ha marcado durante este tiempo ha sido Virginia. “Tiene una capacidad de entrega, una aceptación y un amor a Dios enorme y con todo su dolor de huesos, su enfermedad y su sufrimiento es un holocausto continuo. Virginia no es palabra, Virginia es vida”.  

La veteranía de los componentes de la Pastoral de la Salud hace necesario ya un relevo generacional y nuevos miembros que se formen poco a poco en esta vocación de servicio a los enfermos. Por ello Francisco hace un llamamiento: “Son necesarios fieles a los que les interesen los enfermos, dar consuelo al que está roto y desamparado. Que vengan con nosotros y se formen para que haya más brazos tendidos a los desolados. Hay gente mayor y necesitamos obreros para esa mies, ya sean como visitadores o ministros de la comunión. Lo único que hay que hacer es dedicarles tiempo a los enfermos y tener capacidad de escucha”.

Por María Dolores Martínez

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Los portaviaticos de los ministros de la pastoral preparados antes de la Eucaristía.

 

Via Crucis del día 26 de febrero de 2021

 

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Ante el Santísimo Cristo de la Fe

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