Han sido varios los edificios, respetando grosso modo un mismo emplazamiento, que han albergado a la imagen de Nuestra Señora de las Angustias a lo largo de los siglos: ermita, ermita convertida en parroquia y templo barroco actual. Y bien quisiéramos saber cómo eran los recintos anteriores a este que conocemos (que en 2021 cumplirá 350 años de vida).
Por suerte, el Prof. Lázaro Gila, catedrático, académico y amigo, siempre dispuesto a desvelar noticias artísticas en torno a las devociones granadinas, ofreció para la revista anual de la Hermandad hace nueve años un interesante artículo que tiene por base el inventario de bienes de la ermita de 1586 y que destaca como el documento más antiguo sobre la Hermandad de cuantos se conservan el Archivo de Protocolos Notariales de Granada.
Esta pequeña joya no es un inventario exhaustivo, sino tan sólo la entrega de bienes muebles que hace a los responsables de la Hermandad la santera, en el momento de dejar ese oficio. Contiene, por tanto, sólo algunas piezas del ajuar de la ermita y de la propia Imagen, pero suficientes para hacernos una idea de cómo se veneraba a la que hoy es Patrona de Granada.
Esta ermita se levantó en las proximidades de la primitiva de las Santas Úrsula y Susana, sin duda de reducidas dimensiones y que albergaba el cuadro del maestro Francisco Chacón regalado por Isabel la Católica. Se construyó sobre el terreno asignado por el rey Felipe II, tras una negativa inicial del Ayuntamiento a ceder el solar, mediante real cédula de 21 de octubre de 1567. Las obras de esta ermita (titulada ya de Nuestra Señora de las Angustias), en el Campo del Genil fuera de la puerta del Rastro, comenzaron hacia 1570, como da cuenta Juan Jesús López-Guadalupe, y su cuerpo (una nave) contó con una longitud aproximada de 28 metros, disponiendo de aposentos aledaños, especialmente la casa del santero.
La obra se concluyó en 1585, poco después del rechazo de la Hermandad a albergar en sus dependencias a los enfermos del Hospital del Albaicín (el antiguo hospital de moriscos que se pretendía sacar de su depauperado barrio) y de elevar súplicas al papa Gregorio XIII, en las que se insinuaba que componían la Hermandad quinientos hermanos, cifra ciertamente espectacular que demuestra el fervor que levantaba aquella cofradía penitencial. Súplicas que cristalizaron en su agregación a la romana archicofradía de San Jerónimo de la Caridad, sita en la basílica de San Juan de Letrán.
No sólo la Virgen de las Angustias, también la imagen del Crucificado (Cristo de la Fe) y de Jesús Nazareno, se veneraron en esta ermita, así como una imagen de gloria (Nuestra Señora de la Paz), como ha desvelado Lázaro Gila. Debió contar con seis mesas de altar, a cuyos manteles se alude en ese inventario de 1586, si bien uno más estaba en poder del sacristán de la Parroquia de la Magdalena, de la que debía ser un anejo. El ajuar litúrgico de aquel flamante templo, sin embrago, se antoja escaso. En cuanto a la Imagen mariana, además de camisas, ropa de terciopelo negro y una toca, se mencionan dos mantos, uno de seda y otro adamascado.
Además, resulta curioso que todavía conservase el retablo del “Descendimiento de la Cruz”, probablemente la tabla de Chacón que introdujo en Granada la devoción a las Angustias de María; actualmente se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Granada (Palacio de Carlos V).
La hermandad continuó con su ascendente vitalidad. Dispuso la confección de estandarte en 1588, justo cuando la imagen de la Virgen de las Angustias recibió la ofrenda una corona imperial. Y en 1595 se aderezó la fachada de la ermita colocando en ella una hornacina con una representación de la Virgen.
Las siguientes obras, ya con intervención diocesana, derivan de la erección en la ermita de la Parroquia de Nuestra Señora de las Angustias. De ese modo, en 1615 se la dotó de campanario y de un remozado retablo mayor cuatro años más tarde, hasta llegar a una completa ampliación del templo ejecutada entre 1626 y 1628, con lo que perdió esa fisonomía de ermita (con un aforo claramente insuficiente ante tamaña devoción), que se había consagrado gracias al esfuerzo en solitario de su Hermandad medio siglo antes.
Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz