Tuvo su origen en una Ermita dedicada a las Santas Úrsula y Susana, que figuraba como aneja e la parroquia de San Matías, cuando esta se erigió en 1501, y se hallaba cerca del lugar conocido por Tinajerías, frente a las huertas del Convento de Santa Cruz, inmediata al actual Humilladero. En esa Ermita se veneraba una tabla con la imagen de las Angustias de Nuestra Señora, donada por la Reina Católica y, seguramente, la misma que se conservaba en el Colegio de Escolapios, y actualmente en el Museo de Bellas Artes, firmada por Francisco Chacón, pintor de doña Isabel. Creció tanto la devoción a esta imagen que, en 1545, se formó, para rendirle culto, una Hermandad de 20 hermanos, gente pobre y humilde, aumentando pronto su importancia, pues, en 1556, hubo que reformarla, llegando a 500 el número de sus afiliados, concediéndole Felipe II, el 1567, terreno para edificar un Hospital que no llegó a hacerse, alzándose, en cambio, una pequeña Iglesia, acabada en 1585 donde se veneró una nueva imagen que sustituyó a la primitiva en 1603, el Arzobispo don Pedro de Castro la constituyó en parroquia eneja de la de Santa María Magdalena y, seis años más tarde, en 1610, la hizo parroquial independiente, construyéndose, en 1664, en parte de los terrenos donados por Felipe II, un hospital para la Hermandad y, a su lado, nuevo templo, que se terminó, en 1671, bajo la dirección del maestro Juan Luis Ortega.
Su fachada la flanquean dos altas torres de campanas rematadas en el siglo XVIII por capiteles cubiertos de pizarra (hoy tejas vidriadas) y la portada corintia, de piedra de Elvira con columnas salomónicas, la labraron los canteros Manuel de Cárdenas y Juan Duran. En el segundo cuerpo de ella, coronada por un escudo real y flanqueada de otros sostenidos por ángeles con las armas del Arzobispo D. José Argaiz, hay una hornacina con la imagen de la Virgen sosteniendo en su falda el cuerpo del Señor, obra hecha, en 1665-66, como las restantes partes escultóricas de esta portada, por Bernardo Francisco de Mora y su hijo José. Toda la fachada del edificio estuvo pintada al fresco hasta comienzos del siglo XIX y se restauró hace unos años, dejando al descubierto su fábrica de ladrillo. A la derecha de la portada y donde se halla un pilar -que hoy se encuentra en el interior del patio- se abre una puerta que tiene encima una hornacina con una escultura en piedra de San Cecilio de José Risueño, procedente del antiguo seminario, demolido por la apertura de la Gran Vía.
La portada lateral, de traza más sencilla que la otra, la ejecutaron Alonso Vargas Landeras y Simón de Cárdenas, y hace de capilla de un crucificado de José Navas Parejo.
Interiormente, tiene la Iglesia cuatro capillas a cada lado de la nave, que se cubre con una bóveda de orden toscano, y ante las pilastras que la apoyan hay repisas con estatuas de los Apóstoles, encargadas en 1714 por la Hermandad de la Esclavitud del Sacramento a Pedro Duque Cornejo quien las terminó en 1718. De las paredes cuelgan, entre otros lienzos, seis temas de la Pasión, de Juan Leandro de la Fuente, en la nave, otro con un Descendimiento, de Ambrosio Martínez, en el crucero, y otro de tema también pasional de Miguel Jerónimo de Cieza y, hasta hace poco tiempo hubo un Dios Padre del citado Lafuente que estaba en el retablo a comienzos del siglo XVII. De las obras conservadas en las capillas merecen citarse un San Miguel, escultura del siglo XVIII, en la segunda de la derecha y, en la cuarta de igual lado, una estatua de San Antonio y el Niño, de Diego de Mora, que antes estuvo en el Convento de la Presentación y procedía del de San Antonio: una Santa Lucía, muy repintada, del círculo de Pablo de Rojas en la segunda de la izquierda y en la cuarta, una estatua de San Juan Evangelista, del siglo XVI una Magdalena, posiblemente de igual época, un Crucificado del siglo XVII y al pie una dolorosa atribuible a don Juan Adán, y sirviendo de fondo a estas esculturas un lienzo con San Juan y la Virgen, obra, al parecer, de Risueño.
Los retablos del crucero los hizo el retablista Isidro Fernández Navarro, en 1721, por encargo de la Hermandad, sustituyendo a los que existieron hasta 1696 hechos por Jerónimo Francisco Molina con traza de José Sánchez.
El mismo Raya trazó también la planta del trono para la imagen. Esta, cuenta la tradición que se encargó a Toledo por la Hermandad, en el segundo tercio del siglo XVI, trayéndola a Granada inesperadamente unos desconocidos, por lo que se señala su venida como milagrosa.
En su forma primitiva era esta imagen una Soledad, tallada de pie y con los brazos pegados al cuerpo y las manos cruzadas y extendidas sobre el pecho, vistiendo túnica también tallada, de color azul y sin manto; después, se le agregó el Cristo, colocado sobre un lecho, se le puso la Cruz, se la cubrió con el manto y se la vistió un alba o túnica blanca cerrada por el pecho, al colocarle un pectoral de piedras preciosas, regalo del Arzobispo Ríos y Guzmán, siendo entonces preciso dar más expresión a su actitud y separarle del cuerpo brazos y manos, lo que hizo, en 1718, el citado Duque Cornejo.
En el de la izquierda hay un nazareno, escultura de Pablo de Rojas anterior a 1586 muy dañada por restauraciones pasadas y reintegrada, en lo posible, a su primitivo aspecto, en 1936, y en el retablo de la derecha un San José con el Niño de escuela de Risueño. En la Capilla del Sagrario, situada a la izquierda del crucero, se venera una Purísima del siglo XVII, modernamente restaurada. El retablo mayor, comenzado en 1728 a devoción del Arzobispo Don Francisco Perea y Porras, es de ricos mármoles, con finas incrustaciones y mucha talla y escultura. El cuerpo bajo lo forman cuatros grandes estípites cuyos pedestales descansan sobre el banco del altar, y el arco central, abierto al camarín, deja ver la imagen de la titular del templo. Traza y dirección del retablo fueron obra de Marcos Fernández Raya, que hizo muchos de estos trabajos, terminando éste en 1760 e inaugurándolo en 1762. El El camarín, aunque construido a la vez que la Iglesia, se decoró más tarde con todo el fausto barroco y constituye una de las primeras obras del tipo churriguera en Granada, con su pompa de doradas hojarascas y espléndidos mármoles de colores. El centro lo ocupa el trono de la Virgen, sosteniendo la cúpula cuatro columnas salomónicas de mármol negro. La obra se comenzó en 1703, con dirección de Juan de Mena, la continuó el P. Mercedario Fr. Baltasar de la Pasión, que trazó lo que faltaba de ella, y a partir de 1712, trabajó en él Francisco Hurtado Izquierdo, al que sustituyó Francisco Beltrán, aunque no fije inaugurada hasta 1742 en que se acabaron las salas laterales, decoradas con pinturas al óleo de los Dolores de la Virgen y pasajes de su vida, hechas, de 1739 a 1741, por José Hidalgo y terminadas, en 1742, por Juan Medina. El incendio que sufrió esta Iglesia en 1916 destruyó casi toda esta parte, que fue restaurada por Manuel Garnelo, restaurándose entonces también la nave y las capillas de la Iglesia.
En ella están enterrados el pintor Pedro de Raxis (que vivia en una calle inmediata a la del P. Alcover) muerto en 1626; su hijo Bartolomé, y el discípulo, de Risueño, Domingo Echevarría (Chavarrito) muerto en 1751.
La Sacristía conserva un cuadro alegórico de la milagrosa Aparición de la Virgen, obra del pintor granadino José Suárez Peregrín (1928), cinco retratos de los últimos Arzobispos de Granada, un lienzo del XVII representando a San Diego de Alcalá y una escultura del Crucificado, del estilo de Pablo de Rojas, hecha 1582.
El Hospital, establecido en 1664, no existe ya como tal y en parte de su edificio, que ha sido ampliado en 1940, se han instalado la Casa Parroquial y la Sala de Juntas de la Hermandad, de la que fueron hermanos Don Juan de Austria y Fernando VI, viéndose en esta sala una Concepción pintada por Teodoro Ardemans.
Antonio Gallego Burín (q.e.p.d.)
De la Guia Artística e Histórica de Granada
Editorial Comarex