No te importe nada, desgranar un rezo entre el murmullo, ni buscar entre las sombras la nostalgia vestida de noche entre el azahar y el almendro. ¡Sueña! Sin importarte que tu imaginación alcance en tu imperecedera locura la oración justa, en el instante infinito. ¡Sueña! Manteniendo los ojos abiertos de par en par, sin importarte que la primavera cierre tus pupilas con el centelleo fugaz de su mágica luz. ¡Sueña! Sin importarte nada. Hasta que sientas como el alma vuelve a encontrar tu cuerpo dormido y una brisa silenciosa, casi inaparente, haya mordido tu cara con la fiel delicadeza con la que… se deja un beso en Granada.
Granada… Granada… Granada… Y tras de ella, la belleza descrita por la que navegan las palabras. Por cada rosa desprendida de sus ojos, otras mil se abalanzan a crecer entre su tallo verde, donde florece la Alhambra. Por cada sonrisa divina, tu pena más encarnizada, se deja caer por el Darro hasta llegar a la plaza. Por que eres, Granada, caricia y a la vez destemplanza, quizás por tu hermosura ante las noches de luna blanca, donde un requiebro de amor, hace poner en la flor, la espina y la fragancia. Ambas tienes de las dos, que por una mueres de amor y por la otra revelas el alma. […]
Granada de Benítez Carrasco, de Ganivet o de Falla, de la música que desprenden los cipreses de agua, Granada de San Pedro, de los Tristes y de Santa Ana, por cristianos, por reyes moros aclamada, todos heridos de muerte por el embrujo de ganarla. Y al llegar hasta Bibrrambla, nuevamente las flores en quiosquillos de hojarasca, desprenden su mar de aromas que hombres y mujeres guapas, intentan prender con mesura en el ojal de la solapa. Granada es Catedral de los sueños y, como sueño, inacabada y Siloé otro niño asomado desde la torre más alta. ¿A dónde miras Siloé, cuando bostezan las mañanas? ¡Al universo de los sueños sin salir de Granada! Y Granada se hace remiendo, al roto de una plegaria…
Septiembre en el almanaque
y las flores que se desmadran,
ni una crece en la vega
que dicen que en la carrera,
toditas las mañanas
ellas solas se desgranan
con sus pétalos de seda,
por ver quien es la primera
que consigue posarse en su cara
y robarle si puede una pena.
Embajadora, Reina y Madre,
en Tu tormenta serena
esta Granada de bronce,
esta Granada de piedra
anda buscando escaleras
en la piedad de los hombres.
Y es Tu grandeza, Señora,
como el manto en el que recoges
los pecados que te entregamos
mientras repartes perdones.
Virgen de las Angustias
Patrona y Soberana
no hay domingo más glorioso,
más florido, más hermoso
que aquel que te llevan en andas
y cien palomas cruzan,
el plomo de tus campanas…
José Manuel Rodríguez Viedma
(Pregón de la Semana Santa de Granada, 2008)